¿Qué es la apnea del sueño en niños?
La apnea obstructiva del sueño en niños no es solo ronquidos fuertes o respiración ruidosa por la noche. Es una condición médica real que interrumpe el descanso y puede afectar el crecimiento, el aprendizaje y hasta el corazón. Ocurre cuando las vías respiratorias se bloquean parcial o completamente durante el sueño, obligando al cuerpo a despertar brevemente para volver a respirar. En la mayoría de los casos, la causa principal son las amígdalas y los adenoides demasiado grandes, que obstruyen el paso del aire. Esto es especialmente común entre los 2 y 6 años, cuando estos tejidos son más grandes en proporción a la vía aérea del niño.
Un niño con apnea del sueño puede tener entre 15 y 30 pausas respiratorias por hora. Cada una dura solo unos segundos, pero es suficiente para interrumpir el sueño profundo, reducir los niveles de oxígeno en la sangre y poner estrés en el sistema cardiovascular. Los padres suelen notar ronquidos fuertes, respiración con la boca abierta, sudoración nocturna, movimientos inquietos en la cama o incluso episodios en los que el niño parece ahogarse. Durante el día, puede estar irritable, con dificultad para concentrarse, con mal rendimiento escolar o incluso con retraso en el crecimiento.
¿Por qué las amígdalas y los adenoides causan apnea?
Las amígdalas y los adenoides son tejidos linfáticos que ayudan a combatir infecciones en la garganta y la nariz. En los niños pequeños, estos tejidos crecen más rápido que la vía aérea, lo que los hace propensos a volverse obstruyentes. Cuando están inflamados por infecciones recurrentes o alergias, su tamaño aumenta aún más. Esto no es solo un problema de tamaño, sino también de ubicación: los adenoides están detrás de la nariz, y las amígdalas en la parte posterior de la garganta. Juntas, pueden bloquear casi por completo el flujo de aire durante el sueño, cuando los músculos de la garganta se relajan.
La investigación de la Clínica Mayo y la Academia Estadounidense de Pediatría confirma que en más del 70% de los casos de apnea obstructiva en niños, las amígdalas y adenoides agrandadas son la causa principal. A diferencia de los adultos, donde la obesidad es el factor más común, en los niños es casi siempre un problema de anatomía. Por eso, el tratamiento no se enfoca en perder peso -aunque eso ayuda si está presente- sino en eliminar la obstrucción física.
Adenotonsilectomía: el primer tratamiento recomendado
La cirugía para quitar las amígdalas y los adenoides -llamada adenotonsilectomía- es el tratamiento de primera línea según las guías de la Academia Estadounidense de Pediatría actualizadas en 2023. No es una operación menor, pero es la más efectiva para niños sanos con amígdalas y adenoides grandes. Estudios muestran que entre el 70% y el 80% de los niños con apnea por esta causa mejoran significativamente o se curan completamente después de la cirugía.
Lo que muchos no saben es que no siempre se quitan ambos tejidos por completo. En centros especializados como Yale Medicine, se está usando una técnica llamada tonsilectomía parcial, donde se retira solo parte del tejido. Esto reduce el dolor postoperatorio en un 30-40% y disminuye el riesgo de sangrado. La recuperación toma entre 7 y 14 días, con dieta blanda y mucho descanso. Aunque el riesgo de complicaciones graves es bajo -menos del 1%-, es importante estar atento a signos de sangrado o dificultad para respirar después de la cirugía.
Lo clave: se deben quitar ambos, amígdalas y adenoides, aunque uno parezca más grande. La investigación del Dr. David Gozal, de la Universidad de Chicago, mostró que si solo se quita uno, la apnea puede volver. La razón es que la obstrucción no es solo de un lado: es una combinación de estructura y función. Quitar solo parte del problema no resuelve el todo.
CPAP: cuando la cirugía no es suficiente o no es posible
No todos los niños son buenos candidatos para la cirugía. Si el niño tiene una enfermedad neuromuscular, una malformación craneofacial, obesidad severa o amígdalas pequeñas pero aún tiene apnea, la adenotonsilectomía puede no funcionar. En esos casos, la CPAP -presión positiva continua en las vías aéreas- se convierte en la opción principal.
El dispositivo CPAP funciona como una bomba suave que envía aire a presión constante a través de una máscara que se coloca en la nariz o la cara. Esta presión mantiene abierta la vía aérea mientras duerme. Para niños, la presión típica está entre 5 y 12 cm H₂O, y se ajusta individualmente en un estudio del sueño llamado titulación. Es preciso, no es a ojo.
La eficacia de la CPAP es alta: entre el 85% y el 95% de los casos logran eliminar las pausas respiratorias si se usa correctamente. Pero aquí está el gran desafío: la adherencia. Entre el 30% y el 50% de los niños rechazan la máscara. Les duele la cara, les da miedo, se sienten atrapados. Los padres necesitan paciencia. Se necesitan semanas -a veces hasta 8- para que el niño se acostumbre. Las máscaras deben ajustarse cada 6 a 12 meses, porque los rostros crecen. Una máscara mal ajustada no funciona, y puede causar irritación, llagas o incluso problemas en el crecimiento facial si se usa mal por mucho tiempo.
La Clínica Cleveland recomienda probar diferentes tipos de máscaras: solo nariz, nariz y boca, o incluso máscaras para bebés con diseño de almohadillas suaves. El secreto no es forzar, sino hacerlo parte de la rutina: usarla cada noche, con calma, con recompensas pequeñas, con paciencia. La CPAP no es una cura, pero sí un control eficaz.
Otras opciones: ¿cuándo se usan?
La cirugía y la CPAP no son las únicas opciones. En algunos casos, los médicos prueban tratamientos menos invasivos primero, especialmente si la apnea es leve o si hay contraindicaciones para la cirugía.
Uno de ellos es la expansión rápida del maxilar. Es un aparato ortodóncico que se coloca en el paladar y se ajusta poco a poco, ejerciendo una presión suave de 300 a 500 gramos. Con el tiempo, amplía el hueso del paladar, lo que da más espacio para la lengua y mejora el flujo de aire. Funciona bien en niños con paladar estrecho, y los estudios muestran un 60-70% de éxito, pero toma de 6 a 12 meses para ver resultados.
Otra opción son los corticosteroides inhalados. Se usan en forma de spray nasal, con dosis entre 88 y 440 mcg diarios. Estos medicamentos reducen la inflamación de las amígdalas y adenoides. No eliminan el tejido, pero lo encogen un poco. Son útiles en casos leves, y los resultados se ven después de 3 a 6 meses. Algunos estudios recientes muestran que con dosis altas, se puede reducir el volumen de las amígdalas hasta en un 20-30% en 6 meses.
También se están probando medicamentos como el montelukast, que bloquea sustancias inflamatorias llamadas leucotrienos. Se usa una pastilla diaria de 4-5 mg, y funciona mejor en niños con alergias o asma. No es un reemplazo de la cirugía, pero puede ayudar a mejorar los síntomas mientras se decide el siguiente paso.
¿Qué pasa después del tratamiento?
La apnea del sueño no siempre desaparece para siempre. Incluso después de una cirugía exitosa, algunos niños necesitan un nuevo estudio del sueño entre 2 y 3 meses después. ¿Por qué? Porque la apnea puede volver si el niño gana peso, desarrolla nuevas alergias, o si no se eliminó todo el tejido adenoidal. La Clínica Cleveland advierte que si los síntomas regresan, hay que volver a evaluar.
En el caso de la CPAP, el ajuste es continuo. A medida que el niño crece, la máscara se vuelve más pequeña, la presión puede necesitar cambios, y la rutina debe adaptarse. Algunos niños que usaban CPAP después de la cirugía terminan dejándola cuando su vía aérea se amplía con el crecimiento. Otros, especialmente los con condiciones neurológicas, necesitan usarla por años.
Y hay nuevas opciones en el horizonte. En 2022, la FDA aprobó la estimulación del nervio hipogloso para niños con apnea severa que no responden a otros tratamientos. Es un dispositivo implantado que activa los músculos de la lengua durante el sueño para mantener la vía abierta. Aún es poco común, pero es un avance importante.
¿Cómo saber si tu hijo necesita ayuda?
No todos los ronquidos son apnea. Pero si tu hijo ronca más de 3 noches por semana, se despierta con dificultad para respirar, tiene sudoración nocturna, se levanta muchas veces, duerme con la boca abierta, o durante el día está muy cansado, irritado o con mal rendimiento escolar, es hora de hablar con el pediatra.
El diagnóstico se hace con un estudio del sueño, llamado polisomnografía. No es una prueba dolorosa. El niño duerme en una habitación con sensores en la cabeza, pecho, nariz y dedos. Mide el oxígeno, el ritmo cardíaco, el movimiento de la respiración, el flujo de aire y la actividad cerebral. Es la única forma de confirmar si hay apnea y cuán grave es.
No esperes a que el problema empeore. La apnea del sueño no desaparece por sí sola. Y cada noche sin un sueño reparador puede afectar el cerebro en desarrollo, el crecimiento y la salud a largo plazo. Lo que parece un simple ronquido puede ser una señal de algo que necesita atención ahora, no mañana.