
Todo el mundo tiene una caja de ibuprofeno en casa, ¿verdad? Llega el dolor de cabeza, la regla o una torcedura y ahí está, como si fuese la solución mágica a todos los males. Sin embargo, en las noticias no paran de salir alertas: "Cuidado con el ibuprofeno y el corazón". ¿Es solo un susto o hay que preocuparse en serio? Hay estudios, sí. Hay médicos que advierten, y hay gente que lo toma a diario sin despeinarse. Así que hay un ruido considerable y, cuanto más preguntas, más respuestas diferentes encuentras.
¿Qué es el ibuprofeno y por qué lo usamos tanto?
Ibuprofeno suena técnico, pero en la práctica es el analgésico por excelencia en medio mundo. Forma parte de una familia de medicamentos llamados AINE (antiinflamatorios no esteroideos) y lleva décadas salvando a la gente de dolores, fiebres y molestias varias. No solo calma un dolor, también reduce la inflamación y la fiebre. Mucha gente lo tiene de cabecera y lo considera seguro porque está “en todas partes”. Hay países incluso donde puedes comprarlo en el supermercado como si fueran caramelos.
Lo curioso es que, aunque tiene fama de ser menos agresivo que otros analgésicos, no está libre de efectos secundarios. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios recomienda no tomarlo a la ligera, sobre todo a dosis altas o durante periodos largos. Hay motivos tras esa advertencia: el ibuprofeno puede afectar al estómago, los riñones y, sí, también al corazón, sobre todo si se abusa.
Lo que la mayoría no sabe es cómo funciona el ibuprofeno en el cuerpo. Básicamente, bloquea unas sustancias llamadas prostaglandinas, que son las responsables del dolor y la inflamación, pero también hacen otros trabajos importantes. Una de ellas protege el revestimiento del estómago y ayuda a regular el flujo sanguíneo en los riñones y el corazón. Así que, al bloquearlas para calmar un dolor, también podemos estar fastidiando ese “efecto protector” natural que tiene el cuerpo.
En resumen: el ibuprofeno funciona y alivia, sí, pero no es tan inocente como aparenta.
¿Qué dice la ciencia sobre el ibuprofeno y el corazón?
El tema del ibuprofeno y la salud cardiovascular no es nuevo; lleva años en debate. Si nos ponemos técnicos, varios estudios grandes han intentado aclarar si realmente este medicamento aumenta el riesgo de infarto, hipertensión o insuficiencia cardíaca. Y la respuesta, en pocas palabras, es: depende.
En 2017 salió un análisis en The British Medical Journal que puso nervioso a más de uno. Miraron a casi 500.000 personas que tomaban AINEs y descubrieron que el riesgo de tener un infarto aumentaba, sobre todo en los primeros 30 días de uso y en aquellos que usaban dosis medias/altas (más de 1.200 mg al día). De hecho, el ibuprofeno no fue el peor (naproxeno y diclofenaco lo superaron), pero sí subió el riesgo respecto a no tomar nada.
Otro dato clave llegó en 2015 con un metaanálisis de la revista "Lancet" y sí, los resultados asustan un poco: tomar ibuprofeno a largo plazo puede elevar la presión arterial, y esto, como saben quienes tienen antecedentes de hipertensión, es peligroso. Desde entonces, los cardiólogos lo incluyen en sus advertencias a pacientes con problemas cardíacos o historial familiar.
Pero ojo, la mayoría de estos problemas aparecen en quienes usan dosis altas o lo toman durante mucho tiempo seguido. Si lo usas de manera puntual y siguiendo las dosis recomendadas, los riesgos bajan un montón. Quienes están en el punto rojo son los mayores, personas con enfermedades de base (cardíacos, hipertensos, diabéticos) o quienes combinan varios AINEs a la vez.
Estudio/Entidad | Población | Conclusión sobre riesgo cardíaco |
---|---|---|
BMJ (2017) | ~500.000 | Riesgo leve de infarto, más alto en dosis medias/altas |
Lancet (2015) | Análisis de múltiples estudios | Pueden aumentar hipertensión e insuficiencia cardíaca |
AEMPS (España) | Población general | Advertencia especial para personas con problemas cardiovasculares |
El resumen científico: no es para echarse a temblar con cada pastilla, pero tampoco hay que pasarse de valiente. Está claro que en casos concretos, el riesgo existe y hay que tenerlo en cuenta.

Riesgos concretos: ¿quién debe tener especial cuidado?
Aquí viene la parte donde muchas personas se reconocen. Las complicaciones aparecen sobre todo en quienes tienen un corazón delicado o antecedentes médicos importantes. Por ejemplo, si ya tienes presión arterial alta, insuficiencia cardíaca, antecedente de infarto, o tomas tratamientos para el corazón, el ibuprofeno puede jugar en tu contra sin que te des cuenta.
El problema viene porque este medicamento puede hacer que el cuerpo retenga líquidos, lo que empeora la presión arterial y puede sobrecargar el corazón. Los AINEs, incluído el ibuprofeno, pueden reducir la eficacia de algunos fármacos para el control de la hipertensión. Es decir, puedes estar tomando pastillas para bajar la tensión y, sin darte cuenta, el ibuprofeno te está fastidiando el plan.
Hay datos concretos: las personas que toman ibuprofeno junto con anti-hipertensivos como los inhibidores de la ECA o los diuréticos tienen mayor probabilidad de terminar en el hospital por problemas cardíacos que quienes evitan combinaciones peligrosas. Los expertos insisten en que la población mayor, sobre todo a partir de los 65 años, tiene más riesgo porque su corazón y riñones suelen estar más “tocados”.
Pero el corazón no es el único que sufre. También hay que vigilar si tienes problemas de riñón o tomas medicamentos anticoagulantes. En estos casos, el ibuprofeno puede aumentar el riesgo de fallo renal o sangrados serios.
Como consejo práctico: si tienes algún diagnóstico cardíaco, mejor consulta cada vez antes de tomarlo. Muchos médicos recomiendan evitar el ibuprofeno y optar por alternativas más “amables” como el paracetamol. Vigila si tienes síntomas raros (palpitaciones, cansancio extremo, hinchazón de piernas) tras tomarlo, y comenta siempre a tu cardiólogo los medicamentos que usas, no solo los de receta, también los de “automedicación”.
ibuprofeno aparece hasta en formatos infantiles de sabor a fresa, así que vigila lo que les das también a menores con enfermedades cardíacas congénitas.
¿Cuándo es seguro usar ibuprofeno y cómo hacerlo bien?
El secreto está en usar el ibuprofeno como un parche, no como un remedio diario. ¿Te duele la cabeza por un resfriado? ¿Tienes fiebre o un dolor puntual de espalda? Si eres sano y no tienes antecedentes de problemas cardíacos, puedes tomar la dosis recomendada sin miedo la mayoría de las veces. En adultos, la dosis máxima suele ser 400-600 mg cada 8 horas, y nunca más de 1.200-1.800 mg al día salvo indicación expresa del médico.
Evita usarlo durante días seguidos o mezclarlo con otros AINEs (como el naproxeno o el diclofenaco). Es tentador, pero no ayuda más; lo único que conseguirás es aumentar el riesgo de efectos adversos en estómago, riñón y corazón. Si necesitas ibuprofeno más de 4 o 5 veces al mes, merece la pena hablarlo con el médico para descartar otros problemas de fondo o buscar alternativas.
¿Un truco sencillo? Tomar la menor dosis posible durante el menor tiempo posible. Y siempre acompañado de comida para cuidar el estómago. No es broma: un estudio del Centro Nacional de Epidemiología comprobó que los que toman AINEs en ayunas tienen el doble de posibilidades de acabar en urgencias por molestias digestivas.
Ten muy presente el tema de las combinaciones: el alcohol, los medicamentos para la tensión, los antiácidos y hasta las infusiones “naturales” pueden interactuar. El clásico “desde que tomo ibuprofeno me siento hinchada” no es cuento. Bebe suficiente agua y controla la retención de líquidos, sobre todo si notas los pies o los tobillos inflamados.
Aquí tienes una guía rápida para un uso seguro:
- Lee siempre el prospecto antes de tomar cualquier medicamento.
- Nunca superes la dosis diaria recomendada.
- No combines el ibuprofeno con otros AINEs ni abusar de remedios caseros desconociendo su compatibilidad.
- Si tienes problemas cardíacos previos, consulta antes con tu médico.
- No lo uses como “solución fácil” para molestias crónicas.
- Observa si aparecen síntomas nuevos: hinchazón, palpitaciones, dificultad para respirar.

Alternativas al ibuprofeno y consejos útiles para el día a día
Vale, puede que después de leer esto te entren ganas de dejar el ibuprofeno en el fondo del cajón. Pero tampoco hace falta asustarse; hay alternativas y maneras de lidiar con los dolores o la inflamación sin que el corazón sufra de más. Por ejemplo, el paracetamol es una opción muy segura para quienes tienen antecedentes cardíacos, siempre que no haya problemas hepáticos graves. No quita la inflamación, pero sí el dolor y la fiebre, y apenas afecta a la tensión.
Los métodos no farmacológicos también funcionan. ¿Has probado aplicar frío o calor local? Las bolsas de agua caliente para contracturas o hielo para golpes siguen siendo de las mejores estrategias, aunque parezcan “simples”. El ejercicio suave, la fisioterapia y el descanso siguen recomendándose como primeras opciones para el dolor crónico o por lesiones leves. Si el dolor está relacionado con el estrés, la meditación o el yoga pueden realmente marcar una diferencia, aunque suene a consejo de influencer.
Algunas personas tiran de remedios naturales como la cúrcuma, los Omega 3 (que sí tienen cierta evidencia protectora para el corazón) o infusiones suaves. Pero hay que tener ojo: lo “natural” no siempre es inocuo ni sustituye a los medicamentos cuando realmente los necesitas. Tampoco abuses de los ungüentos con antiinflamatorios o parches sin pasar antes por la farmacia o consultar.
Y, sobre todo, escucha a tu cuerpo. Si tras tomar cualquier medicamento notas efectos secundarios, para y pide cita con el médico. No esperes a que el dolor desaparezca por arte de magia simplemente aumentando la dosis. El cuerpo suele avisar cuando algo va mal: mareos, palpitaciones, cansancio raro, piernas hinchadas, dolor torácico… no los ignores. Con los años, aprendemos que el mejor remedio es cuidar el cuerpo día a día con pequeños gestos. Comer más sano, moverse, dormir bien y dejar de automedicarse “porque sí” puede evitar muchos sustos.
El ibuprofeno seguirá acompañándonos, pero saber cuándo usarlo de verdad, y cuándo buscar otras opciones, es la mejor forma de cuidar tu salud… y la de tu corazón.